No voy a contar nada nuevo. ¿Qué raro, verdad?
Eran aproximadamente las nueve y veinte de la tarde cuando salía, el pasado martes, del gimnasio. No había sido un día del que sentirse precisamente orgulloso.
Estaba ya en pie a las siete menos cuarto de la mañana. Prisas y frío. Cabezadas en el coche. Café y charla con l@s colegas en nuestra querida cafetería. Unas prácticas (una de las mejores cosas del día, a decir verdad. Electrocardiogramas, masaje cardiaco y boca a boca a atractivos modelos de plástico, intubar tráqueas de goma procurando que el simulador no considera que había partido dientes, maniobras de movilización de falsos accidentados con hemisección medular... ojalá siempre fuesen así). Después, vuelta a cafetería (a otra, en este caso. Menos llena de gente) para disfrutar de escasos minutos de lectura. Es trágico no poder dedicar más tiempo a según que cosas. Vuelta a la Facultad. Clases. Clases. Clases.
La tarde fue atípica. Varios viajes de coche y ningún tiempo para estudiar (y poca voluntad para sacarlo, dicho sea de paso). Breve vuelta por la ciudad y compra de un par de manuales de artes marciales -con una redacción de patio de colegio, y llenos de faltas gramaticales y ortográficas- que me vendrían bien para luego. Una larga conversación con Aigh... El mejor momento del día. Pude oirla. Una pena que en días tan grises Loth se vuelva todavía más gris de lo que suele ser, y sus escasas dotes de conversador se vean aún más mermadas de lo habitual.
Llegada al gimnasio, clase de Bugei (el arte marcial que practico. No me extraña que nunca lo hayas oido, si así es. Algún día quizás cuente un poco de que va) y unas cuantas palabras cruzadas con los compañeros de tatami -con quienes me impide intimar tanto como sin duda merecen una patológica timidez de la que mis hermanos suelen reirse-. Y...
...Y eran aproximadamente las nueve y veinte de la tarde cuando salía, el pasado martes, del gimnasio. No había sido un día del que sentirse precisamente orgulloso.
Las reflexiones del día habían sido tan escasas y poco trascendentes como correspondía a una jornada mal aprovechada. Mea culpa. Tuve ante mí varias de las cosas que me merezca la pena levantarme (conversación con Aigh, charla con mi Padre, lecciones de Medicina) y no fui suficientemente inteligente (sabio/ /fuerte/ /maduro/ /responsable) como para darles el estatus de acontecimientos especiales y afortunados que merecen. Creo que no concibieron mis neuronas un pensamiento creativo en toda la jornada... y, para ser sincero, no es que no hubiese estímulo para ello (hubo cosas aquel día que me parecieron interesantes al día siguiente). Supongo que simplemente no supe verlo. Supongo que, día tras día, los molestos e intrascendentes desafíos cotidianos nos impiden recordar los objetivos últimos de aquello que hacemos. Que el teléfono se nota demasiado. Que parece que aprobar sea el sentido de una Carrera. Que un consejo sean solo palabras. Supongo que las olas que levanta la tempestad hacen perder tierra y torcer el rumbo. O puede que suponga demasiado al haber utilizado un plural. Que no te veas reflejado en esto y consideres que me ahogo en un vaso de agua. Tendrías razón en eso último.
En solidaridad con mis pensamientos, mi mirada no se había levantado del suelo en todo el día. Esperaba en frente a un banco de piedra y, de forma casual, levanté la vista sobre los edificios de ladrillo ocre.
La noche era fresca y despejada. No podía ver la Luna (quizás tapada por una de esas viles moles de piedra), pero se adivinaba, casi en cuarto menguante. Un solitario par de estrellas titilantes rasgaba la negrura, y, durante un instante, pareció pararse el tiempo y silenciarse mi entorno. La impresión fue tal que me sobresalté.
Hubo un tiempo en que solía subirme a mi terraza con lágrimas en los ojos, tumbarme allí, mirar al cielo y . A veces llevaba conmigo un papel y un lapiz y escribía cosas casi a ciegas. Ahora, quizás porque tengo mucho más que perder, hace mucho que no me atrevo a llorar abiertamente. Probablemente por eso mismo no escribo desde hace una eternidad. Es posible que, por causas parecidas, ya casi evite mirar al cielo.
Blogger: Moreloth
Eran aproximadamente las nueve y veinte de la tarde cuando salía, el pasado martes, del gimnasio. No había sido un día del que sentirse precisamente orgulloso.
Estaba ya en pie a las siete menos cuarto de la mañana. Prisas y frío. Cabezadas en el coche. Café y charla con l@s colegas en nuestra querida cafetería. Unas prácticas (una de las mejores cosas del día, a decir verdad. Electrocardiogramas, masaje cardiaco y boca a boca a atractivos modelos de plástico, intubar tráqueas de goma procurando que el simulador no considera que había partido dientes, maniobras de movilización de falsos accidentados con hemisección medular... ojalá siempre fuesen así). Después, vuelta a cafetería (a otra, en este caso. Menos llena de gente) para disfrutar de escasos minutos de lectura. Es trágico no poder dedicar más tiempo a según que cosas. Vuelta a la Facultad. Clases. Clases. Clases.
La tarde fue atípica. Varios viajes de coche y ningún tiempo para estudiar (y poca voluntad para sacarlo, dicho sea de paso). Breve vuelta por la ciudad y compra de un par de manuales de artes marciales -con una redacción de patio de colegio, y llenos de faltas gramaticales y ortográficas- que me vendrían bien para luego. Una larga conversación con Aigh... El mejor momento del día. Pude oirla. Una pena que en días tan grises Loth se vuelva todavía más gris de lo que suele ser, y sus escasas dotes de conversador se vean aún más mermadas de lo habitual.
Llegada al gimnasio, clase de Bugei (el arte marcial que practico. No me extraña que nunca lo hayas oido, si así es. Algún día quizás cuente un poco de que va) y unas cuantas palabras cruzadas con los compañeros de tatami -con quienes me impide intimar tanto como sin duda merecen una patológica timidez de la que mis hermanos suelen reirse-. Y...
...Y eran aproximadamente las nueve y veinte de la tarde cuando salía, el pasado martes, del gimnasio. No había sido un día del que sentirse precisamente orgulloso.
Las reflexiones del día habían sido tan escasas y poco trascendentes como correspondía a una jornada mal aprovechada. Mea culpa. Tuve ante mí varias de las cosas que me merezca la pena levantarme (conversación con Aigh, charla con mi Padre, lecciones de Medicina) y no fui suficientemente inteligente (sabio/ /fuerte/ /maduro/ /responsable) como para darles el estatus de acontecimientos especiales y afortunados que merecen. Creo que no concibieron mis neuronas un pensamiento creativo en toda la jornada... y, para ser sincero, no es que no hubiese estímulo para ello (hubo cosas aquel día que me parecieron interesantes al día siguiente). Supongo que simplemente no supe verlo. Supongo que, día tras día, los molestos e intrascendentes desafíos cotidianos nos impiden recordar los objetivos últimos de aquello que hacemos. Que el teléfono se nota demasiado. Que parece que aprobar sea el sentido de una Carrera. Que un consejo sean solo palabras. Supongo que las olas que levanta la tempestad hacen perder tierra y torcer el rumbo. O puede que suponga demasiado al haber utilizado un plural. Que no te veas reflejado en esto y consideres que me ahogo en un vaso de agua. Tendrías razón en eso último.
En solidaridad con mis pensamientos, mi mirada no se había levantado del suelo en todo el día. Esperaba en frente a un banco de piedra y, de forma casual, levanté la vista sobre los edificios de ladrillo ocre.
La noche era fresca y despejada. No podía ver la Luna (quizás tapada por una de esas viles moles de piedra), pero se adivinaba, casi en cuarto menguante. Un solitario par de estrellas titilantes rasgaba la negrura, y, durante un instante, pareció pararse el tiempo y silenciarse mi entorno. La impresión fue tal que me sobresalté.
Hubo un tiempo en que solía subirme a mi terraza con lágrimas en los ojos, tumbarme allí, mirar al cielo y . A veces llevaba conmigo un papel y un lapiz y escribía cosas casi a ciegas. Ahora, quizás porque tengo mucho más que perder, hace mucho que no me atrevo a llorar abiertamente. Probablemente por eso mismo no escribo desde hace una eternidad. Es posible que, por causas parecidas, ya casi evite mirar al cielo.
Blogger: Moreloth
2 comentarios:
Si alguien vuelve a ver comentarios en el blog como este:
liuhongyao0527 dijo...
very nice blog! My name is Franco Di Giacomo Would it make fun for you, to make money in the Internet ? (Income for Life!) Yes? NEW Business, see my web
13 de enero de 2007 23:50
Por favor, comunicádnoslo inmediatamente
Muchas gracias ^^
Bloggers: Moreloth y Aighash
No te preocupes, las cosas van a cambiar, además días grises los tenemos todos ^^... si puediera estar contigo, podría estar a tu lado en estos momentos de un neutro absoluto y darte un par de collejas para espavilarte, soy malvada verdad? Ya sabes, en cualquier momento del día tienes una Aigh, q te escuchará tus silencios encantada (por teléfono es difícil, pero weno).
PD: q malvada es la gente que en estos posts no te dan palabras de ánimo -__-. JOJOJOJO. Por cierto, aquí en Barcelona no se ven estrellas ni mirando el cielo de noche, solo las veo en Granada cuando estoy contigo ^^.
(Aighash)
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