Por cierto, este post es largo de la releche. Quien avisa no es traidor XD.
Intento pasar mis últimos buenos momentos con Loth antes de coger el autocar, intentando seguir en un estado de ánimo óptimo y no pensar en las nauseabundas emanaciones que exhalan los autocares en la estación. Besitos, saltitos, cancioncillas y abracitos... nos venden una pulsera de cuero por 2€ (cada día está más cara la venta ambulante). Besitos, saltitos, cancioncillas y abracitos... llega el autobús con media hora de retraso y meto las cosas en el maletero, intento ayudar a una mujer a poner su equipaje y me mira con cara de "¿que cojones estás haciendo?". Y otra vez besitos, saltitos, cancioncillas y abracitos... hasta que subo en el autocar. Loth se hace paso entre el pasillo a reventar de gente para darme las gafas que me había dejado en el bolsillo de su chaqueta. Este será el último contacto con su preciosa mano de niña y con él de hecho. Al salir del autobús aún tengo tiempo de verlo unos segundos y por señas le pido que me llame. Enciendo el móvil, en el que a penas hay batería, lo justo para decirle que no me habían dado el asiento en ventana después de haber pedido "por favor" a la señora/ita que me dio el billete que mirase si había uno libre (que los había). Pues nada, a través de un señor con collares de oro, barrigón y con un perfume a tabaco que hubiese repelido incluso a un carretero, hacía señas a mi Cosa y le mandaba besitos.
El paisaje que puedo ver (es de noche y no se ve casi nada) es precioso. La luna es grande y amarilla, cubriéndose levemente por un velo de nubes de forma intermitente. El mar de olivos cuya silueta es recortada por la suave y amarillenta luz de la luna está ante mi. Hace años me impresionó muchísimo ver los latifundios andaluces, acostumbrada como estoy a ver los cultivos entre "marges" (no sé como decirlo en castellano, la traducción chapucera vendría a ser "márgenes"), cuya delimitación se ve a simple vista y es prescindible la ayuda de una avioneta o un satélite, casi siempre se ve un bosque detrás. El autobús recorre kilómetros y kilómetros de campos de olivos que a pesar de su belleza me inquietan, pues para la vuelta a Barcelona no recordaba haber hecho nunca ese trayecto.
Hacemos una parada de 40 minutos para cenar. Aviso a la chica que tengo detrás mía (está dormida, es coreana y no sabe castellano ergo no se ha enterado de nada). Entramos en el bar del hotel enfrente del que hemos parado, nos sentamos y saco mis galletas con chocolate y la botella de agua. Le digo en mi oxidadísimo inglés que no sé donde estamos. No me entiende o me ignora. Se lo repito al cabo de un rato y le añado que nunca había hecho esta ruta. Estoy nerviosa y empiezo a notar como un escalofrío me recorre la espalda hasta el cogote... ¿y si me he equivocado de autobús? Sin móvil y perdida al otro lado de España. Me saca un horario del bolsillo... el autobús de las 20:15 pasa por Jaén y Albacete (se ve que es más directo). Dios que susto, suerte que me lo dijo, que sin Biodramina y con incertidumbre, dormir en un autocar en un viaje de unas 14 horas es aún más difícil de lo que uno se cree y normalmente al trayecto lo acompañan retortijones y sudores fríos nada recomendables para alguien que se marea. Durante la "cena" (en que no comimos nada ninguna de las dos), comentamos el amontonamiento de pies de un desconocido en su asiento. Hasta que no supe que en el asiento de detrás se amontonaban unos 4 pies, dos de ellos callosos, con juanetes y apestosos, creía que la apestada era yo, otro susto menos. Pobrecica.
A los cuarenta minutos subimos al autocar otra vez. Me despierta un hombre cuando llegamos a Albacete... pierdo la postura perfecta que acababa de encontrar, y me pide que retire la mochila, que quiere sentarse, por suerte no se enfada conmigo por haber ocupado su sitio. Luego se irá a otro asiento okupando como yo 1 par de sillas/butacas (tened en cuenta las horas de viaje y el poco espacio en los autobuses baratos de Alsa). Hasta ahí suena moderadamente horrible.
Nada a comentar hasta Valencia. Si todo lo demás más o menos era aguantable y en cierta medida incómodamente normal, ahora viene el plato fuerte. Un energúmeno descubre mi existencia. Hay sitios dobles a ambos lados del autocar. El individuo en cuestión, pero, busca una víctima y okupa con los agravantes de nocturnidad y alevosía el asiento destinado a poner los pies de Aighash en algún sitio que no sea su cogote (algo posible pero molesto). Esta especie de ser que lo que más le define es su condición de macho, cree que en este país las chicas son casi como las putas: les dices cuatro cosas y te las llevas al catre. La diferencia básica es que no hay que pagar. Aighash intentando dormir a pesar de los miasmas que emanan de la boca de un desconocido que le pregunta: si tiene padre, madre, hermanos, donde vive, si estudia, que estudia, de donde viene (la respuesta fue "de ir a ver a MI NOVIO", aunque se ve que no le quedó muy clara)... Y el autobús para. Me calzo y cojo la mochila para sentarme en otro sitio. Pido que me deje pasar al espécimen inferior que me está tirando los tejos. El muy animal de bellota me dice que aún no estamos en Barcelona. Le digo que quiero dormir y que hay otros sitios en el autocar con dos asientos donde poderlo hacer. Intento añadir con la mirada de odio: donde TÚ no estés dándome por saco. A lo que ese ser inmune a miradas fulminantes responde empleando su regulero castellano: ¡Ah, quieres estar sola para dormir! Sí, a las 4 o 5 de la mañana y sin ningún otro entretenimiento que no sea tener que oír a según que animal de más de 40 años ligando con una chica (pequeñita y mona -_-...) de 20, es lo que tenía pensado hacer, que quieres que te diga. El sujeto, muy caballeroso él se cambia en el asiento de enfrente mía... mirándome fijamente todo el rato a ver si yo volvía a abrir los ojos y poder darme la lata otra vez aprovechándose de que no tengo escapatoria. Pero tengo padres, un hermano, y sobretodo, mi abuela vive en mi casa, sé tener los ojos entornados viendo a ese ser detestable escudriñándome y aún más importante, sé hacerme muy bien la dormida. Supongo que se quedó frito, francamente, no tenía ganas de controlar a ese indeseable todo el montón de horas que le quedaban aún al viaje e intenté dormir un buen rato.
Son las 7 de la mañana y llegamos a la estación de servicio de la Aldea, en el Delta de l'Ebre. Vamos la chica de detrás mía y yo a "desayunar", ninguna de las dos tiene hambre y le comento que desde Valencia tengo un tío al lado dándome el tostón. Aprovechamos que tenemos al conductor cerca para comunicarle que nos estamos helando. Tengo que hacer de interprete, mi inglés es malo, pero junto al de mi compañera de viaje, es el mejor que había por allí. El inglés del resto de gente era el "hablo-despacio-y-a-gritos-pa-que-mentienda", con que la chica (de la que no recuerdo el nombre, más que se apellidaba Lee) después de cada grito se quedaba mirándome con cara de "¿pero-que-me-ta-diciendo-este-tío?". En fin, un poco cruz, porque yo no acababa de entenderla, ella no acababa de entenderme a mi, y el conductor solo me entendía a mi. Le dije que apagara el aire, le dije a Lee lo que acababa de decir y la continuación del viaje fue húmeda (había una niebla que no se veía NADA) y caldeada por un montón de gente respirando en un cubículo demasiado pequeño.
Pero no solo fue caldeada. El ser tocapelotas ahora tenía la certeza de que yo estaba despierta, así que volvió a la carga. Me preguntó por toda mi familia, por mis amigos, por mis aficiones y predilecciones. Para que se diese un poco por vencido hacía como que no me enteraba. Me empieza a preguntar el móvil y por supuesto aún me hago más la tonta. Le digo que no tiene batería y que no me lo sé. Pero no se da por vencido, me pregunta si dentro del móvil tengo la tarjeta, donde lógicamente vendría el número de mi teléfono. Cojo el teléfono como diciendo: ¡Oh!¡Buena idea! Abro mi móvil, saco la batería, veo mi tarjeta intacta en su sitio... y pongo mi cara de "oh-Dios-mío-me-he-dejado-la-tarjeta", una dramatización perfecta. Mi cara de angustia y desasosiego coló, mi voz casi en un llanto diciendo que me había dejado la tarjeta en casa de MI NOVIO le demostró que no mentía como una vellaca. Mi "joder, tendré que duplicar la tarjeta" con cara de fastidio coló de una forma asombrosa. Pero como seguía haciendo como que lo que me decía no lo entendía para que pasara de mi, para que yo lo oyese mejor, volvió a ponerse a mi lado a decírmelo bien cerquita de la oreja. Le dí una tarjeta de metro usada porque estaba empeñado en darme su número, le dejé un boli y lo apuntó. Para decirle un "seguramente no te llamaré" le enseñé el follón de mi mochila y le dije que seguramente no encontraría la tarjeta. El tío, pero, tenía recursos y se aseguraría de que me acordase de su puñetero número el resto de mi vida. La idea del siglo: apuntar su teléfono en mi mochila, en la etiqueta de goma donde pone Samsonite. Todo sonriente coge el bolígrafo esta vez con intención de usarlo para mancillar mi amada mochila y con gritos de "¡NO! ¿¡PERO QUE HACES!?" de fondo y con muchos "NOs" repetidos uno detrás del otro atropelladamente, corrompe la perfección de mi mochila. Mi mochila con la que hice el Camino de Santiago, que me ha acompañado tantos años, que me ha visto crecer. Mi sacrosanta mochila profanada por las manos impuras y lascivas de ese gran CABRONAZO. La mochila que ni siquiera mis amig@s y compañer@s han logrado pintarrajear, va ese degenerado y la pintarrajea sin escrúpulo alguno. Alegremente, levanta la cabeza y se vanagloria de su idea diciendo que ahora si pierdo la mochila, sus pezuñas apestosas podrían recibirla y devolvérmela.
Después de ese acto tan depravado y de seguir oyendo su voz le suelto un "¡yo qué sé! ¡Quiero dormir!" y se calla. Espero a ver si se va de mi lado como la otra vez, pero no, se arrepapa aún más en el asiento quitando el reposabrazos para pegarse más. Lo vuelvo a poner y me pregunta: ¿Quieres que lo quite para tener más espacio? Me tienta la posibilidad de responderle: Se que no entiendes la palabra NO pero... NO LO QUITES! POR LO QUE MÁS QUIERAS! Era lo único que me separaba de su cabeza colgando hacia mi persona y le pido que por favor no lo vuelva a quitar. Noto como cada vez se va arrimando más. Cada vez que noto su brazo tocando el mío me arrincono tanto como puedo, hasta que acabo aplastada contra la ventana intentando seguir fingiendo que dormía. Como no me ve la cara, ahora aplastada contra el cristal, puedo disfrutar de una vista espléndida digna de un Turner, con un sol de un naranja intensísimo dejando pasar su luz entre la espesa niebla, maravilloso... hasta que una mano me pasa a escasos milímetros de la cara para correr la cortina y como no también su cuerpo se abalanza sobre mi asiento y sobre mi mientras decía: ¡así no te molesta la luz! Reviento y le digo claramente: ¡DÉJAME TRANQUILA UN RATO, ANDA! Y si habéis visto que las indirectas muy directas no funcionan, veréis que las directas en toda la cara tampoco. El tío se queda otra vez mirándome desde su asiento, yo con los ojos entornados a ver si se iba de una vez. Parece que por fin vaya a irse, pero no, aún se espatarra más a ver si me soba un poco. Yo contra la ventana. Cierro los ojos a ver si se va, pero sigue ahí, lo sé. Supongo que por cansancio y estrés me duermo y cuando abro los ojos ya no está, supongo que se habría satisfecho de alguna manera que espero desconocer toda mi vida, pero no estaba ni en los asientos de al lado ni en ningún otro sitio visible, ¿se habría bajado ya?
Acaba el viaje. Como no tenía móvil no esperaba que mis padres me fuesen a buscar, así que me dispongo a bajar, coger el ascensor para ponerme al nivel de la calle y coger el metro. Voy con Lee para coger el ascensor, con todas las maletas, la mochila y la guitarra... y me encuentro otra vez... ¿a que no lo adivináis? Con el tal "Alí" ese. Le hago cara de sufrimiento a mi compañera de tragedias que también pone cara de circunstancias mientras el anormal ese se coloca a nuestro lado dentro del ascensor. El último contacto. Nos deshacemos de él y al lado del metro Lee y yo nos despedimos. Una chica majísima, a saber lo que pensaría de mi y de mi horrendo inglés, pero a mi me ha caído muy bien, además es una cucada de niña (que seguro que tiene más años que yo, pero bueno).
Como me dijo Yanoll: "hay hombres que no entienden un no que no vaya acompañado de un cuchillo o un conjuro de fuego"
Conclusiones dramáticas:
- Todo ser que me piropea o se interesa por mi (excepto mis amig@s) son vagabundos, gente asquerosa o bien indeseables
- Mi inglés, que en algún momento fue aceptable he visto hoy como se ha convertido en lo que nunca quise que se convirtiese: en algo digno de ser hablado en la ESO
- El asiento con el número 42 a pesar de todas las peripecias que he pasado no me ha abandonado, Es más, me ha atraído... ¿será el sentido de la vida?
- La Universitat de Barcelona es, por segundo año consecutivo, la única universidad en España, situada entre las 200 universidades mejor valoradas del mundo y entre las 100 primeras de Europa, según el "Academic Ranking of World Universities", que publica anualmente la Universidad Jiao Tong de Shangai.
Blogger Aighash