Esto es un texto que se me ocurrió al empezar a leer el manual del juego de rol Eyes Only. Puede servir de introducción a una partida de rol. El juego tiene una trama de espionaje, con varias agencias luchando por sus intereses. Hay datos "incorrectos" pero eso es porque me los he inventado sobre la marcha. Espero que os guste, no sé como seguir con la historia, si tenéis sugerencias y correcciones serán muy bienvenidas.
San Francisco quedaba muy lejos, sin embargo, el olor del muelle le recordaba los ratos muertos de la infancia viendo pasar los barcos con la nariz guardada detrás de una bufanda. La sal había secado su boca y, sin casi darse cuenta, el vicio de repasar sus labios con la lengua había hecho mella en ella.
Retumbó el trueno de una persiana deslizándose quejumbrosa hasta estrellarse en el quicio de la entrada. Debajo, el cartel anunciaba: "Caffetteria Sole".
Entró después de que bajaran los taburetes:
- Ponme un café, y que sea fuerte, por favor.
Se oyó el rugir matutino de la cafetera mezclado con la chachara insulsa de la radio, el rutinario olor del café y la leche quemada se apoderó del local.
En menos de media hora llegaron las primeras caras somnolientas, con la ilusión del trabajo, a estas horas, bien enterrada. Siguieron entrando los parroquianos ya habituales, o al menos el camarero ya se sabía sus nombres.
Las pocas horas de descanso minaban su cuerpo y nublaban su cabeza, pero la agitación lo mantenía despierto, buscando en el humo la sombra de una idea. Una imagen lejana venía a su mente... Quizá el café le ayudaría a ligar cabos. Esa mujer, en unos soportales del Trastevere con un bulto bajo el brazo, la cara congestionada y una mano pegada a la oreja. Movía los labios. Abrió los ojos dejando el marrón, casi negro, de sus iris al descubierto a pesar de la luz anaranjada del alumbrado eléctrico. Quizás sorpresa, quizás terror, quizás ambos a la vez.
Suena el teléfono en el bolsillo de la vieja cazadora de cuero raído. Da un rápido sorbo al café que queda, sale a la calle dejando cinco euros encima la barra del bar y descuelga.
22/11/13
Café Matutino
30/4/13
Reflexión
Estoy un poco cansada. No van a surgir gritos ni siquiera busco un tablón donde agarrarme. Veo que poco a poco envejezco y no me gusta el como. 25 años y en los últimos dos siento que he cambiado de una forma espeluznante. He aprendido a girar la cara a muchas cosas y ya no voy descalza por las calles. Echo de menos correr chapoteando entre los charcos, debajo la lluvia, sin importar lo vestida o desnuda que fuera. Paso más tiempo en casa que en ningún otro lugar. La moderación y la falsedad no son propios de mi, aunque últimamente son una opción que no me importa emplear. Siento que engordo poco a poco pues no gozo de muchos otros placeres. Entro en las tiendas buscando distracciones, teniendo el impulso de comprar chorradas innecesarias que me gustan. No bajo a la calle a penas, tampoco tengo con quien disfrutarla. Hablo alrededor de una mesa o un café. Poca gente tengo de la que pueda tirar de la mano y correr mientras me río. De hecho poco me río.
Cuando leo esto me dan ganas de llorar, compadeciéndome de mi, pero realmente la mayoría de días me da igual. La muerte no está tan lejos como cuando era chica. No es que el hecho de hacerme vieja la haga más pronta, pues tengo 25 años todavía, digo que veo las probabilidades de que nos visite en cualquier momento. A veces pienso que por pura vagancía ni siquiera lucharía para esquivarla. Me dejo arrastrar poco a poco, desdibujándome cada vez más entre una masa uniforme de gente. Cada vez soy menos yo y cada vez tengo menos ganas de luchar por serlo.
Siento cansancio.
28/4/13
Ramillete de nuevas experiencias
Hola, Pequeños míos. Estoy en Granada desde septiembre. Moreloth trabaja de residente de cirugía y de estresado a tiempo completo y yo solo trabajo de estresada.
Vivimos en un piso de 75m cuadrados y aunque, en mi opinión, tenemos demasiadas cosas, también nos sobra el espacio por todos lados. Tiene un balcón de color marrón oscuro que me estoy apresurando a rellenar de plantas (antes de que los recalos se lo lleven, ya cayó un trozo de balcón el otro día que afortunadamente no hirió a nadie), a poder ser aromáticas y que con tener luz les valga, pues el sol nos visita pocos minutos al día. Es uno de los pocos inconvenientes que tiene, que está en un patio interior relativamente estrecho, así que al ser un piso bajo tejado se calienta la casa entera pero no vemos nunca quién lo hace. Podría añadir que tenemos una persiana rota, varias luces del techo que se niegan a funcionar desde hace varios meses (casi desde que llegué), y un recalo en el estudio que parafraseando a Malcolm de Jurassic Park me hace pensar en que la "naturaleza" se abre paso, tanto si Moreloth quiere como si no.
Casa a parte, llevo desde hace un año o incluso más teniendo que hacer un trabajo sobre Eduardo Paolozzi en inglés y es el único que me impide finalizar la licenciatura, cuya conclusión se va haciendo cada vez más apremiante debido al cambio de plan. Curiosamente, es un trabajo que debería llevarme un mes, pero le tengo un terror horrible. Terror a encararme a él, a finalizarlo, a lidiar con la burocracia que me va a invadir en cuanto lo termine y aunque parezca mentira, a terminar la licenciatura. No cambiará especialmente las cosas, es "solo" una barrera mental. Prefiero fregar mil veces la casa a hacer el trabajo en cuestión. No está impoluta, pero logro mantener la entropía controlada de alguna forma. Es insólito, pero desde que estoy aquí, cocinar se me antoja una montaña, así que pocas cosas buenas hago.
Es relativamente curioso no vivir en casa de los padres de uno y establecer normativas propias. Moreloth se salta mis reglas y yo las suyas. Suele tener por costumbre vivir en la más absoluta de las penumbras, en un búnquer donde no entre la luz del sol ni se sepa nada del exterior. A mi me gusta tener las ventanas abiertas y oír las golondrinas, aunque últimamente en todas las ciudades hay más vencejos que golondrinas, yo los disfruto igual. Hace unos días vi a algún tipo de águila sobrevolar la ciudad con las alas inmóviles, a penas si la podía distinguir, pero eso da igual.
Vivimos en un piso de 75m cuadrados y aunque, en mi opinión, tenemos demasiadas cosas, también nos sobra el espacio por todos lados. Tiene un balcón de color marrón oscuro que me estoy apresurando a rellenar de plantas (antes de que los recalos se lo lleven, ya cayó un trozo de balcón el otro día que afortunadamente no hirió a nadie), a poder ser aromáticas y que con tener luz les valga, pues el sol nos visita pocos minutos al día. Es uno de los pocos inconvenientes que tiene, que está en un patio interior relativamente estrecho, así que al ser un piso bajo tejado se calienta la casa entera pero no vemos nunca quién lo hace. Podría añadir que tenemos una persiana rota, varias luces del techo que se niegan a funcionar desde hace varios meses (casi desde que llegué), y un recalo en el estudio que parafraseando a Malcolm de Jurassic Park me hace pensar en que la "naturaleza" se abre paso, tanto si Moreloth quiere como si no.
Casa a parte, llevo desde hace un año o incluso más teniendo que hacer un trabajo sobre Eduardo Paolozzi en inglés y es el único que me impide finalizar la licenciatura, cuya conclusión se va haciendo cada vez más apremiante debido al cambio de plan. Curiosamente, es un trabajo que debería llevarme un mes, pero le tengo un terror horrible. Terror a encararme a él, a finalizarlo, a lidiar con la burocracia que me va a invadir en cuanto lo termine y aunque parezca mentira, a terminar la licenciatura. No cambiará especialmente las cosas, es "solo" una barrera mental. Prefiero fregar mil veces la casa a hacer el trabajo en cuestión. No está impoluta, pero logro mantener la entropía controlada de alguna forma. Es insólito, pero desde que estoy aquí, cocinar se me antoja una montaña, así que pocas cosas buenas hago.
Es relativamente curioso no vivir en casa de los padres de uno y establecer normativas propias. Moreloth se salta mis reglas y yo las suyas. Suele tener por costumbre vivir en la más absoluta de las penumbras, en un búnquer donde no entre la luz del sol ni se sepa nada del exterior. A mi me gusta tener las ventanas abiertas y oír las golondrinas, aunque últimamente en todas las ciudades hay más vencejos que golondrinas, yo los disfruto igual. Hace unos días vi a algún tipo de águila sobrevolar la ciudad con las alas inmóviles, a penas si la podía distinguir, pero eso da igual.
Conozco todavía poca gente y Amigos próximos de verdad tengo básicamente a Moreloth, cuya agorafobia es legendaria. Para distender el ambiente (es sarcasmo) tenemos a nuestro Señor Oscuro de todas las cosas, un cobaya llamado Tesla, y es que ¿cuál es la gracia de ser mono si no puedes gobernar el universo? Al pobre, para frenar sus instintos megalómanos, de vez en cuando le hacemos un trasquilón en su maravillosa y tupida melena (la cual no me da vergüenza envidiar), también para evitar la creación de inmundas rastas. Nuestra compañía no es de su gusto, aunque ayer se quedó traspuesto en nuestro regazo, creo que fue más una muestra de desprecio, aburrimiento y cansancio que de afecto.
Supongo que voy a seguir hablando sobre mi y sobre qué voy haciendo. Moreloth dudo que vuelva a escribir, y aunque me prometí que no volvería a escribir en este blog hasta que él no hiciera acto de presencia, no tengo ni ganas ni obligación de irle detrás para que él también mantenga vivo el blog. Hoy he llegado a la conclusión de que he conocido a demasiada gente maravillosa gracias a este blog como para dejarlo morir en la red, y que no escribir por hartazgo de ser Pepito Grillo hace que deje agonizar estas amistades.
Pd: Fotos de Tesla y las plantas (a la izquierda abajo se ven unos garbancitos que he plantado).
Gordi, la gata de la vecina, tratando de dar caza a Tesla.
Blogger: Aighash (y para siempre a partir de este post, me temo)
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